Las Tablas Esmeralda de Thoth
Tabla II Los Salones de Amenti
En lo profundo de la Tierra yacen los salones de Amenti, muy debajo de las
islas de la hundida Atlántida, los Salones de la Muerte y los salones de la
vida, lavados en el fuego del TODO infinito.
Lejos en un tiempo pasado, perdido en el espacio tiempo, los Hijos de la
Luz miraron al mundo. Viendo a los hijos de los hombres en su esclavitud,
atados por la fuerza que venía del más allá. Supieron que solamente por medio
de la libertad de la esclavitud el hombre alguna vez podría surgir de la Tierra
al Sol.
Ellos descendieron y crearon cuerpos, tomando la semejanza del hombre como
propia. Los Maestros de todo dijeron después de su formación:
“Nosotros somos esos que fueron formados de espacio-polvo, tomando parte de
la vida del TODO infinito; viviendo en el mundo como hijos de los hombres,
igual y no obstante diferentes a los hijos de los hombres”.
Después para un lugar donde habitar, muy debajo de la corteza terrestre,
explotaron ellos grandes espacios con su poder, espacios lejos de los hijos de
los hombres. Rodeados por fuerzas y poder, escudaron del daño a los Salones de
los Muertos.
De lado a lado entonces, colocaron ellos otros espacios, llenos con Vida y
con Luz de arriba. Construyeron entonces los Salones de Amenti, que pueden
habitar eternamente ahí, viviendo con vida hasta el fin de la eternidad.
Treinta y dos estaban ahí de los hijos, hijos de la Luz que habían venido
entre los hombres, buscando liberar de la esclavitud de la oscuridad a aquellos
que estaban atados por la fuerza del más allá.
En lo profundo de los Salones de la Vida creció una flor, ardiendo,
expandiéndose, manejando la noche hacia atrás.
Colocaron en el centro, un rayo de gran potencia, dador de Vida, dador de
Luz, llenando con poder a todo el que se acercara. Colocaron a su alrededor
tronos, dos y treinta, lugares para cada uno de los Hijos de la Luz, colocados
para que ellos fueran bañados en el resplandor, llenados con la Vida de la Luz
eterna.
Ahí repetidas veces colocaban sus primeros cuerpos creados para pudieran
ser llenados con el Espíritu de la Vida. Cien años de cada mil debe la flama de
la Luz dadora de Vida surgir en sus cuerpos. Apresurando, despertando el
Espíritu de la Vida.
Ahí en el círculo de eones a eones, se sientan los Grandes Maestros,
viviendo una vida no conocida entre los hombres. Ahí en los Salones de la Vida
ellos yacen durmiendo; libres fluyen sus Almas a través de los cuerpos de los
hombres.
Repetidas veces, mientras sus cuerpos yacen dormidos, encarnan ellos en los
cuerpos de los hombres. Enseñando y guiando hacia delante y hacia arriba, de la
oscuridad a la luz.
Ahí en los Salones de la Vida, llenos con su sabiduría, no conocidos por
las razas del hombre, viviendo por siempre bajo el frío fuego de la vida, se
sientan los Hijos de la Luz. Veces hay en las que cuando se despiertan, salen
desde las profundidades para ser luces entre los hombres, infinitos ellos entre
los hombres finitos.
El que por progreso ha surgido de la oscuridad, que se ha elevado de la
noche hacia la luz, liberado es de los Salones de Amenti, libre de la Flor de
la Luz y de la Vida. Guiado entonces, por la sabiduría y el conocimiento, pasa
de los hombres a los Maestros de la Vida.
Ahí él puede habitar como uno con los Maestros, libre de las ataduras de la
oscuridad de la noche. Sentados dentro de la flor del resplandor están Siete
Señores del Espacio-Tiempo sobre nosotros, ayudando y guiando a través de la
Sabiduría infinita, el camino a través del tiempo de los hijos de los hombres.
Poderosos y extraños, ellos, velados con su poder, silenciosos, todo
sapientes, atrayendo la fuerza de Vida, diferentes no obstante uno con los
hijos de los hombres. Sí, diferentes, y no obstante Uno con los Hijos de la
Luz.
Custodios y guardianes de la fuerza de la esclavitud del hombre, listos
para soltarse cuando la luz haya sido alcanzada. Primero y muy poderoso, se
sienta la Presencia Cubierta, Señor de Señores, el Nueve infinito, sobre los
otros de cada uno de los Señores de los Ciclos;
Tres, Cuatro, Cinco, y Seis, Siete, Ocho, cada uno con su misión, cada uno
con sus poderes, guiando, dirigiendo la densidad del hombre. Ahí se sientan
ellos, poderosos y potentes, libres de todo tiempo y espacio.
No de este mundo, no obstante semejantes a él, Hermanos Ancianos ellos, de
los hijos de los hombres. Juzgando y pesando, ellos con su sabiduría,
observando el progreso de la Luz entre los hombres.
Ahí ante ellos estaba Yo guiado por el Morador, lo observé mezclarse con
UNO de arriba.
Entonces de ÉL surgió una voz diciendo: “Grande eres tú, Thoth, entre los
hijos de los hombres. Libre de ahora en delante de los Salones de Amenti,
Maestro de la Vida entre los hijos de los hombres. No pruebes la muerte excepto
si lo deseas, bebe tu Vida hasta el fin de la Eternidad, de ahora en adelante
está la Vida, tú mismo tómala. De ahora en adelante la Muerte está al llamado
de tu mano.
Mora aquí o sal de aquí cuando lo desees, libre es Amenti para el Sol del
hombre. Toma tu Vida en la forma que desees, Hijo de la Luz que ha crecido
entre los hombres. Elige tú el trabajo, puesto que todos deberían laborar,
nunca estar libres del camino de la Luz.
Un paso tú has ganado en gran camino hacia arriba, infinita ahora es la
montaña de la Luz. Cada paso que tomaste no hace más que engrandecer la
montaña; todo tu progreso engrandece más la meta.
Alcanza la siempre infinita Sabiduría, siempre ante ti reside la meta.
Liberado ahora estás de los Salones de Amenti para caminar mano a mano con los
Señores del mundo, uno en un propósito, trabajando juntos, trayendo la Luz a
los hijos de los hombres”.
Entonces de su trono vino uno de los Maestros, tomando mi mano y guiándome
hacia delante, a través de los Salones de la profunda tierra escondida. Me guió
él a través de los Salones de Amenti, mostrándome los misterios que no son
conocidos para el hombre.
A través del oscuro pasaje, hacia abajo él me guió, hacia el Salón que es
sitio es la oscura Muerte. Vasto como el espacio yace el gran Salón ante mí,
con paredes de oscuridad pero no obstante llenas con Luz.
Ante mí se elevó un gran trono de oscuridad, velado en él estaba sentada
una figura de la noche. Más oscura que la oscuridad sentada la gran figura,
oscura con una oscuridad que no es de la noche. Ante ella entonces el Maestro pausó,
diciendo
La Palabra que provoca Vida, diciendo: “Oh, maestro de la oscuridad, guía
del camino de la Vida a la Vida, ante ti traigo un Sol de la mañana. No lo
toques alguna vez con el poder de la noche. No llames a su flama a la oscuridad
de la noche. Conócelo, y míralo, uno de nuestros hermanos, elevado desde la
oscuridad hacia la Luz. Libera su flama de esta esclavitud, libre deja a su
flama a través de la oscuridad de la noche”.
Elevó entonces la mano de la figura, surgió una flama que creció clara y
brillante. Dio vueltas rápidamente sobre la cortina de la oscuridad, develando
el Salón de la oscuridad de la noche.
Entonces creció en el gran espacio ante mí, flama tras flama, desde el velo
de la noche. Incontables millones saltaron ellos ante mí, algunos flameando
como flores de fuego.
Otros había que emitían un resplandor tenue, fluyendo pero débilmente fuera
de la noche.
Algunos había que caían rápidamente; otros que crecían de una pequeña
chispa de luz. Cada uno rodeado por su tenue velo de oscuridad, no obstante
flameante con luz que nunca podría ser apagada. Yendo y viniendo como
luciérnagas en primavera, llenos con espacio, con Luz y con Vida.
Entonces se oyó una voz, poderosa y solemne, diciendo: “Estas son luces que
son almas entre los hombres, creciendo y cayendo, existiendo por siempre,
cambiando no obstante viviendo, a través de la muerte hacia la vida. Cuando han
florecido, alcanzado el momento cumbre del crecimiento en su vida, rápidamente
entonces envío mi velo de oscuridad, envolviendo y cambiando a nuevas formas de
vida.
Continuamente hacia arriba a través de las eras, creciendo, expandiéndose
en todavía otra flama, iluminando la oscuridad con aún un poder más grande,
apagado no obstante encendido por el velo de la noche.
Así crece el alma del hombre siempre hacia arriba, apagada no obstante
encendida por la oscuridad de la noche.
Yo, la Muerte, vengo, y no obstante no me quedo, puesto que la vida eterna
existe en el TODO; solamente un obstáculo, Yo en el camino, rápido para ser
conquistada por la luz infinita.
Despierta, Oh flama que arde siempre hacia el interior, surge y conquista
el velo de la noche”.
Entonces en el medio de las flamas en la oscuridad surgió una que empujó la
noche, flameando, expandiéndose, siempre muy brillante, hasta que al fin no fue
nada sólo Luz.
Entonces mi guía habló, la voz del maestro: Mira tu propia alma mientras
crece en la luz, libérate ahora para siempre del Señor de la noche.
Hacia delante me guió a través de muchos grandes espacios llenos con los
misterios de los Hijos de la Luz; misterios de los cuales el hombre quizá nunca
conozca hasta que él, también, sea un Hijo de la Luz.
Retrocediendo entonces ÉL me guió hacia la Luz del salón de la Luz. Me
arrodillé entonces ante los grandes Maestros, Señores de TODO de los ciclos de
arriba.
Habló ÉL entonces con palabras de gran poder diciendo:
Liberado has sido de los Salones de Amenti. Elige tú el trabajo entre los
hijos de los hombres.
Entonces hablé yo: Oh, gran maestro, permítame ser un maestro de los
hombres, guiarlos hacia delante y arriba hasta que ellos, también, sean luces
entre los hombres; liberados del velo de la noche que los rodea, flameando con
luz que brillará entre los hombres.
Me habló entonces la voz: Anda, como sea tu voluntad. Así sea decretado.
Maestro eres tú de tu destino, libre de tomar o rechazar como sea tu voluntad.
Toma tu poder, toma tu sabiduría. Brilla como una luz entre los hijos de los
hombres.
Hacia arriba entonces, me guió el Morador. Habité de nuevo entre los hijos
de los hombres, enseñando y mostrando algo de mi sabiduría; Hijo de la Luz, un
fuego entre los hombres.
Ahora nuevamente piso el camino hacia abajo, buscando la luz en la
oscuridad de la noche. Los marco y los guardo, preserven mi registro, guía será
para los hijos de los hombres
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